Me uno a la iniciativa #juevesfante iniciada por +Alex Balcázar y +Adrián Peg. Y creo que secundada en primera instancia por +Carles Rubio y +José Ramón Bart (corregidme si me equivoco).
Y lo hago publicando la Carta de un elefante al Rey de España del periodista y escritor Juan Arias.
Soy
un elefante de Botsuana, el país africano en el que me dicen que su
Majestad ha estado recientemente para descansar de sus fatigas,
cazándonos en un safari. Los elefantes somos mansos, aunque fieros
cuando nos atacan. También nuestros dioses, los de la sabana, son dioses
buenos, no vengativos, aunque sí celosos de sus habitantes.
Quizás
por ello, han querido preservar su vida, importante para su país,
aunque han querido advertirle con su caída y sus fracturas en el
campamento desde donde salía para cazarnos, que sería mejor ya para su
Majestad que ha vivido ya más de lo que vivimos uno de nosotros,
dedicase su tiempo a otras cosas, en vez de venir a matarnos.
Por
ejemplo a seguir a esa España que se está desmoronando económicamente, a
ese 52% de jóvenes que sufren el aguijón del paro después de tantos
años de estudios, o simplemente a disfrutar de ver a los animales correr
y divertirse en su habitad natural, pero sin escopetas, con las manos
vacías o llenas de flores.
Nosotros sabemos que no ha hecho nada
ilegal viniendo y pagando muchos miles de euros para matar a uno de los
nuestros. Se lo permiten las leyes de mi país. Para muchos, matar
gratuitamente animales es como lo era antiguamente cazar a lazo a los
negros o indios para esclavizarlos.
¿Pero basta que algo sea
legal para realizarlo? Existen también las leyes del corazón, no
escritas, las de los sentimientos humanos, que dicen por cierto que son
superiores a los nuestros y existen ciertos ejemplos que un Rey debe
ofrecer de su vida incluso privada.
Su Majestad, desde su primer
discurso como Rey, afirmó que quería serlo de todos los españoles. Yo sé
que en España hay aún mucha gente que no se importa de ver sufrir o
morir a los animales y que hasta se divierte observándolo. Pero existen
también millones, sobretodo de jóvenes, que aman a los animales, que
quieren protegerles y conviven con ellos. A esos millones de españoles,
no creo que les guste especialmente la imagen de su Rey llegando a esta
África, que es nuestro territorio, escopeta al hombro, para distraerse
disparándonos sin que podamos defendernos.
Nos han dicho,
Majestad, que posee una de las mejores colecciones de escopetas de caza
que existen. ¿Podemos hacerle una sugerencia? Haga de ellas un museo y
anuncie a los españoles, que su Rey ya no va a matar a ningún animal y
que los años que aún le queden de existencia- que le deseamos sean aún
muchos más de los que nosotros vivimos, los va a dedicar a distraerse a
favor de la vida y no de la muerte.
Sabemos que nosotros, los
elefantes, como el resto de los animales, no tenemos derechos. Nacemos
para ser cazados y muertos. Pero queremos recordarle que nosotros no
hacemos mal a nadie. Somos sensibles y humildes y hasta nos parecemos a
ustedes los Homo Sapiens. Dicen los zoólogos que somos de los pocos
animales que respetamos a nuestros difuntos y de los pocos que saben
reconocerse, como los humanos, en un espejo.
Es verdad que
quizás para ustedes los humanos los elefantes seamos inútiles, no somos
indispensables para nada, pero, no por ello deben tener el derecho de
matarnos. También las monarquías hoy- y lo digo con todo el respeto-
aparecen inútiles para muchos y no por eso se hace la caza a los reyes y
reinas.
Y hablando de reinas, nos gustaría saber qué piensa su
discreta y querida reina Sofía de su amor por la caza de elefantes. Ella
como mujer y como madre, debe saber que en nuestra organización en la
sabana, vivimos un reino matriarcal. Ellas, las elefantas, organizan y
dirigen nuestra comunidad. Son madres amorosas, dan de mamar a sus hijos
durante tres y hasta cinco años y sufren como ustedes los humanos
cuando se los matan por capricho.
Por último nos gustaría que
sus nietos y biznietos, Majestades, un día consiguieran divertirse sin
necesidad de venir a África a cazarnos y arrancar nuestros colmillos de
marfil para adornar los palacios reales con sus trofeos de muerte.
Quizás,
ni queriendo podrán ya hacerlo porque quedamos sólo 30.000 elefantes en
todo el mundo y al ritmo con el que nos matan, sus nietos ya no tendrán
como hacerlo, porque habremos sido extintos. Tendrán que conformarse
con cazar cucarachas que al parecer tienen un millón de años y resisten
hasta a las radiaciones atómicas. Nosotros, no. Somos más grandes, pero
más frágiles. Quizás por ello nos amen tanto los niños a los que les
gusta divertirse con nosotros. Vivos, no muertos.
Sólo desearle,
Majestad, en nombre de nuestros dioses, que se recupere pronto del
susto que le hemos dado, que no era para matarle, sino para hacerle
pensar que sería mejor para su Majestad, que a la hora de dejar este
Planeta, los elefantes que aún estemos vivos, podamos llorar por usted
en vez de alegrarnos por haber perdido a un verdugo.
Los vientos de la selva son misteriosos, Majestad. ¿Por qué no nos regala sus escopetas en vida?
Con respeto y en nombre de todos los elefantes de Botsuana.
Fuente: http://goo.gl/Qq9zm
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