Querido Luis,
Entre todas las cartas
que he dirigido a los líderes de nuestro país, ésta es la más especial
para mí: como el Ministerio de Ciencia ha desaparecido y sus tareas
dependen ahora del Ministerio de Economía, resulta que tú eres mi jefe.
Quería alertarte sobre unas declaraciones que los periódicos de ayer te atribuyen: “Guindos aboga por cambiar el modelo económico del ladrillo al conocimiento”.
Luis, estoy seguro de que estas palabras no son tuyas, sino de Chiquito de la Calzada.
Un hombre de tu integridad no puede haberse atrevido a semejante
descaro una semana después de recortar la inversión en ciencia un 26%.
Hace ya un tiempo que sospecho que Chiquito te suplanta en las
intervenciones sobre política científica. Por ejemplo, en la
comparecencia parlamentaria del pasado 11 de abril, un sujeto que se
identificó como “el ministro de Economía” declaró: “la inversión en
investigación en España tiene una deficiencia al depender de
subvenciones que deben ser eliminadas para dar paso a la inversión
privada.”
Esta falacia es más grande que un elefante de Botsuana. Si las
empresas españolas no invierten en I+D es, precisamente, por la
debilidad de nuestra ciencia básica.
La investigación pública y la investigación privada se necesitan la
una a la otra. Ninguna empresa puede arriesgarse a invertir en una idea
“que quizás funcione dentro de 80 años”. La investigación pública puede
aceptar esos retos. Y al revés, parte de los rendimientos generados por
la innovación privada deben reinvertirse en ciencia básica si queremos
construir una economía próspera.
La historia de la ciencia está repleta de teorías abstractas que
generaron aplicaciones muy prácticas (el descubrimiento de la mecánica
cuántica permitió construir ordenadores) y también de problemas
cotidianos que dieron lugar a teorías muy generales (el estudio de la
eficiencia de los motores está en el origen del segundo principio de la
termodinámica).
El GPS se basa sobre la teoría de la relatividad, pero Einstein no
estaba pensando en el TomTom cuando la desarrolló. Los EEUU tienen las
empresas tecnológicas más avanzadas, pero también el mayor número de
premios Nobel en física teórica.
Las compañías innovadoras florecen donde hay universidades dinámicas que producen ideas.
Las universidades florecen en economías robustas que generan impuestos para financiarlas.
Sostener que “debemos reducir nuestra inversión en ciencia básica
para que las empresas españolas mejoren su I+D”, es una estupidez
mayúscula.
En la misma comparecencia parlamentaria, el tal “ministro de Economía” añadió: “se ha comprobado que un aumento en la inversión en I+D no se traduce necesariamente en mayor competitividad.”
Esta afirmación me dejó perplejo. ¿Dónde se ha comprobado? ¿Qué estudio soporta semejante conclusión?
Las estadísticas de la UE dicen que los países que menos invierten en
I+D son, por este orden, Irlanda, Portugal, España, Italia y Grecia.
¿Seguro que no hay cierta conexión entre investigación y competitividad?
Más importante aún: ¿acaso no comprendemos que las economías que menos
apostaron por la ciencia son aquellas que están generando más sufrimiento humano?
Luis, estoy convencido de que tú no eres el autor de tan descomunales
sandeces. Un ministro tan incapaz podría provocar que la ciencia
española colapsase más rápido que Lehman Brothers.
Aunque, ahora que lo pienso, ¿quién fue el consejero para Europa de Lehman Brothers desde 2006 hasta su bancarrota?
Un caluroso abrazo Luis, jefe mío.
Firmado:
Dr. Alberto Sicilia, uno de tus serviles fistros diodenales.
P.S.- Si os parece oportuna, os ruego difundáis esta carta.
Fuente: Principia Marsupia
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